Yo os lo diré en pocas líneas y en dos minutos.
Os hablaré del impacto
de esos parques floridos
de esas carreteras bajo el suelo
de las chimeneas que expulsan humo
de los pisos que se revalorizan
de poder pasear donde antes había coches…
Os podría hablar del impacto de las constructoras
esas que se reparten todo,
esas que vuelven a subcontratar
en un infinito juego de matrioskas
o de tráfico de jornaleros.
Pero hoy no lo haré.
¡Que murieron nueve hombres!
Ese ha sido el impacto de género.
Nueve vidas, nueve familias, nueve muertes.
Que hubo mil accidentados,
de esos que llaman “leves”.
Que dieciocho fueron “muy graves”,
Que a uno de ellos lo busqué por todos los medios,
para ver su rostro,
poner cara al dolor,
quizás entrevistarle.
Yo conocí a uno de esos hombres.
Está vivo pero en silla de ruedas
con el cuerpo paralizado al sur de su cuello.
Vino de un país de otro continente
con una licenciatura bajo el brazo.
Rompe todos los tópicos.
Sonríe mucho y es alegre.
Por sus mensajes en las redes sociales
sé que cree en Dios y en el fin del mundo.
No fui capaz de hacer la entrevista,
no me atreví a preguntar qué le pasó,
solamente pude saludarle
tratar de entenderle,
a pesar del idioma y la traqueotomía,
y darnos un abrazo.
Este es el impacto de género del soterramiento de la M-30.
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